viernes, 12 de enero de 2018

El Bohío:Tradición disruptiva.

Silan, nuestro experto en gastronomía, despidió el año 2017 en El Bohío, el restaurante del chef televisivo Pepe Rodríguez. Situado en la población de Illescas, en la provincia de Toledo. El Bohío es un restaurante familiar, de tercera generación que deja atrás sus inicios como clásico Mesón manchego para ser uno de los restaurantes más vanguardistas de nuestro país.


Siempre que vemos a un cocinero mediático surge la inquietud sobre cuanto habrá de auténtico en sus críticas a los concursantes, en cómo gobernará su propia casa mientras instruye sobre como gobernar las ajenas. Además de esta morbosidad y profundo sentimiento "visillero", muchas veces hemos pensado en cuan sabrosas podrían ser las sugerencias que Pepe Rodríguez enunciaba en televisión. Cuando habla de estofados, de migas, de potajes, de ensalzar la cocina tradicional, nos había transportado a todos a momentos auténticos de disfrute culinario. A platos caseros y familiares muchas veces cocinados por seres queridos que ya no están. Modernizar la añoranza y el respeto a la materia prima es una magnífica bandera. De modo que las expectativas eran altas: dábamos por hecho que comeríamos bien. Y así fue.


De este modo nos dirigimos a cenar a Yllescas con nuestro pequeño. Lo primero que nos llamó la atención fue la puerta, fachada y letrero del local. Son propios de un mesón clásico manchego, si bien las letras rojas del letrero proporcionan el primer elemento disruptivo. Todo cambia al abrir la puerta y entrar en la cocina: amplia, espaciosa, moderna y muy cuidada. Una de las cocinas que más nos han gustado. Allí nos llevaron a conocer a Pepe Rodríguez. Amable y cercano. Fue una impresión muy grata, como la de ver a alguien a quien ya conoces.  

Tras el recibimiento subimos a un salón alargado, moderno aunque ligeramente austero, con mesas de madera sin mantel. Las dos pequeñas que tenían mantel y cubiertos no fueron ocupadas. Otro elemento disruptivo.

Copa de champagne blanc de blancs Michel Gonet Grand Cru que nos acompañó para disfrute de los tres snacks de bienvenida. El sumiller nos ofreció la carta de vinos. Tintos dió por supuesto. Nos gustó mucho la carta. Amplia pero sin ser abrumadora. Con buenas referencias entre lo clásico y las curiosidades. Buen número de vinos de la región. Muy ajustada en precios. Tras comentar varias opciones con el sumiller, nos decantamos por un "Congo 2009" de Bodegas Canopy D.O. Mentrida. Buen servicio de vino, temperatura y copas. Una garnacha con estructura, de cuerpo medio, bastante larga en matices y muy equilibrada. Nos gustó.


Pasamos a la sopa de castañas con setas. Muy acertada y reconfortante. Le siguió la Raya, estofado de judías y alioli de ajo negro. El fondo del plato nos pareció memorable. Ropa vieja y caldo de cocido. Muy bueno.




Para acabar esta parte, tomamos solomillo de ciervo. Cocinado al punto, estaba sabroso y tierno. Quizás un plato algo sencillo, pero sin duda bien ejecutado. Mientras tanto nuestro hijo tomo unas albóndigas con patatas que estaban fantásticas y que a duras penas conseguimos que nos dejará probar.




La parte dulce empezó con un postre de levadura y helado y seguido del frutos rojos, vainilla y regaliz. Tercer elemento disruptivo: los postres no nos parecieron nada tradicionales. Fueron una sorpresa en sabores donde se alternaban muchas sensaciones y no podríamops decir que fuera el sabor dulce predominante. nos pareció un acierto. Acabamos con las Pequeñas locuras dulces para el café, pero sin tomar café. Etéreas y deliciosas.




Tras la cena, charla con los dos hermanos Rodríguez. De nuevo tuvimos esa agradable sensación de franqueza y cercanía que hace sentirte cómodo en un restaurante y saber que volverás. Nos falta el menú degustación. 





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