De nuevo Silan, nos hace llegar al blog otra gran degustación gastronómica, en este caso en la ciudad de Valencia.
Uno cree que es
difícil sorprender, que a veces todo parece estar muy visto. Otras veces uno
duda y cree que la mayoría de los restaurantes tienden a converger, sumergiendo
al comensal, visita tras visita en un déjà vu continuo.
De repente uno
descubre que nada de eso es verdad, que se puede ir a un local donde las
sorpresas son continuas, donde recuperar
la emoción por lo inesperado en la
cocina, por lo sorprendente. Tanto que decidí realizar 2 visitas en al
menos 48 horas, la primera con el buen amigo que lo recomendó y luego con
Silvia para unificar mis emociones.
El local ya lo conocíamos, dado que hace tiempo lo regentó un amigo. Sabíamos que era pequeño y sencillo. Que las mesas estarían muy cercanas entre ellas y que la pequeña cocina lo presidiría todo.
Lo que no sabíamos es
que en esta estaba Junior Franco, un excelente cocinero colombiano que con
sólo 29 años ya ha formado parte de
equipos como el de DiverXo y Suculent,
además de stages en diversos restaurantes estrellados. Pero su talento le viene de casa, dado que forma parte de una familia de cocineros.
Las características
de este local permiten casi un contacto directo, al menos visual, entre el cocinero y comensal, por lo que el
feed-back es inmediato.
Si bien hay una carta
en una pared sobre la cocina, las opciones ofrecidas son 3 menús degustación,
de hasta 10 platos. El recambio de platos es continuo, en 48 horas probé al
menos 4 platos distintos entre ambos menús. Como reza a la entrada, el concepto
es más el de laboratorio gastronónico que el de un restaurante, donde uno viene
a experimentar creaciones que como el mismo Junior nos dijo, van quedando en
una biblioteca mental de cara a futuros proyectos.
Ahora bien, el
servicio no es de un laboratorio, es el de un restaurante de calidad. Aquí
Ruben, a quien ya conocíamos de otros
famosos restaurantes de la ciudad, hace las veces de sumiller y maître
ofreciendo un trato profesional y cálido.
Tomamos entre las dos
visitas un Atypique verdejo y un Ramón Do Casar en blancos, y un La Vallada y
un Valtravieso en tintos. Todos armonizaron perfectamente con los platos.
Destacar la carta de
vinos, con referencias originales y diseñada para la cocina de Junior. Y como
su cocina, dinámica y en constante cambio. Más que correcta presentación,
descorche y servicio de los vinos.
En cuanto a los
platos que disfrutamos, señalar el erizo con boletus, la ostra con maracuyá
(casi imprescindible), la croqueta de curry y pollo, el ceviche de quisquilla
(importante pedir pan para devolver el plato limpio), la anguila con berenjena
ahumada, el ajiaco, el ceviche caliente de rape, los callos, el cordero a baja
temperatura, la presa, y el que más me sorprendió por su textura y sabor: “toda
la vaca” formado por lengua y rabo. Excepcional.
Pasando a los
postres, Junior continúa con su talento. Desde su versión de la piña colada con
chicha, a arequipe “para concurso”, un plato que ha ido redondeando hasta ser
excelso y su agua de Colombia. Respecto a este último, con textura granizada y
servido con cava sólido, destacar el aderezo previo del comensal con sechuan
berry y su efecto chispeante.
Y todas estas
emociones por unos 50 euros por comensal. Hemos de confesar, que este menú en
otro entorno bien vale los 200 euros, y que además del precio, es difícil que
sorprendiera en sensaciones.
Sin lugar a dudas ya
tenemos un nuevo cocinero y un equipo al que seguir muy de cerca. Si esto es lo
que hace en un laboratorio gastronómico ¿qué hará en un restaurante
gastronómico?
Bravo Junior!
Os dejo alguna foto más de los platos de Origen Clandestino que por espacio no puedo insertar en el texto.
Texto y fotos de Silan, nuestro experto en gastronomía.
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